Intenso es el debate a cerca de que es cultura, como se gestiona y cual es su valor. Debo arriesgarme a romper moldes cuando invito a entender que para hablar de cultura debemos cuestionar los paradigmas heredados de la revolución industrial que trajo de la mano el proceso de «administración científica», y que ha dado forma a los mecanismos de formación gerencial y de liderazgo aún prevalecientes en academia y consultoria.
Desde esa perspectiva «mecanicista», de comando y control, burocracia y jerarquía, debo resaltar que no tiene sentido hablar de cultura o de valores organizacionales. Hacerlo es actuar como sonámbulos, equivale a hablar «dormidos»
Tanto la academia como las firmas de consultoría en su inmensa mayoría, continuan trabajando la cultura como un «commoditie» que se define desde la alta gerencia y que esta al servicio de la estrategia, pensando que las personas que trabajan en la organización se alinearan a la misma.
Para hablar de cultura, debemos primero comprender que la organización es un sistema humano y que como tal, no sigue órdenes o lineamientos. Los procesos de administración científica, aplican para los recursos financieros y técnicos, pero no se acercan siquiera a poder resonar con la gente que hace vida en la organización.
La cultura es la personalidad del sistema humano denominado empresa. De la misma forma que no desarrollamos nuestra personalidad desde el saber sino desde el ser, en las organizaciones, el primer paso para trabajar el tema de cultura es hacernos consciente de la imposibilidad de seguir basándonos en los enfoques científicos para ello.
Es una aventura de descubrir el ser individual y corporativo, desde una perspectiva trascendente, incorporando la consciencia en el análisis y procesos, para dar luz y forma a una manera de actuar y ser corporativa que va mas allá de productos y servicios.
La cultura no es el como hacemos las cosas, la cultura organizacional está arraigada en las creencias que nos llevan a hacer lo que hacemos como lo hacemos. Mientras no exista un cambio de dichas creencias, los trabajos en el tema de cultura podrán aliviar pero no sanarán, podar contribuir pero no transformarán el ser corporativo y sin duda, estas iniciativas no pasarán la prueba del tiempo.
Para hablar de cultura, para vivir un proceso de integración entre lo que hacemos y lo que somos (estrategia y cultura) debemos primero vivir el despertar individual y organizacional, dibujando un camino que integra ciencia con conciencia, lo que hacemos con lo que somos.
Este profundo proceso, siento yo, es el próximo paso en la evolución de las empresas y tal vez el principal reto que enfrentan la academia y las firmas de consultoría en el tema, que siguen ancladas en paradigmas de hace más de un siglo.
Bajo esta perspectiva la cultura es la fuente de valor emergente mas importante, la única fuente de ventajas sostenibles (nadie las puede copiar) y el elemento clave para crear valor económico y social.
El profesional del área de gestión humana es el principal protagonista de esta transformación sin precedentes. Tiene en sus manos el reto mas complejo posible en las organizaciones. Eliminar la disfuncionalidad heredada y aun vigente y garantizar un propósito compartido y congruencia en la organización.
Los productos y servicios hablan de lo que hacemos, la cultura genera los impactos internos y externos que hablan de quienes somos, la primera genera renta, la segunda define cuanto valemos. La primera va dirigida a los clientes y accionistas, la segunda a trabajadores, proveedores, clientes y sociedad.
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