Celebramos el reciente manifiesto de Davos 2020: El propósito universal de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial.
Al aplaudir como se debe un planteamiento que apunta hacia la responsabilidad de las organizaciones y en función del propósito empresarial mas allá de accionistas y mercados, deseo invitar a reflexionar sobre la factibilidad de que dichas intenciones puedan llevarse a la práctica desde los modelos mentales que han dado forma a la revolución industrial.
Hacer referencia a ello, ahora en su cuarta versión, contribuye a anclar el desarrollo a los avances por el lado de la ciencia y la administración científica, sin considerar e incorporar el tema de la consciencia y el ser en la ecuación de la gestión empresarial y social.
Parece que sin un importante esfuerzo para integrar ciencia y consciencia, el análisis racional y la evolución del ser, estrategia y cultura en las personas jurídicas, continuaremos atenuando los desarreglos, pero siendo parte de la misma disfunción que hace inviable todo el sistema, que hace insostenible el modelo de desarrollo.
Posiblemente estemos delegando en declaraciones acerca del propósito organizacional la ineludible responsabilidad de revisar la naturaleza misma de la institución ya hoy más poderosa e influyente de la humanidad: la personas jurídica. De iniciar también un debate acerca de sus medios, fines y del nivel de externalización de sus impactos, lo cual en un ambiente de anonimato sobre los responsables últimos de la gestión, parece coloca a las personas físicas en franca desventaja con las empresas (personas jurídicas).