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El camino hacia nosotros…

…pareciera que lo conocido se va volviendo inhóspito. Hace falta un camino distinto, no sé si de regreso a lo que somos que nunca en esta vida hemos sido o a lo que debemos ser, que sin duda es también distinto a lo que somos.

Un mundo lleno de presiones y demandas, exigencias de estilo y forma, que dejan de lado el fondo. Un entorno más creado por la ficción que la realidad interior. Un teatro del deber ser, diseñado para observadores sin capacidad de análisis ni respuestas o cuestionamientos. Donde lo que se dice y decimos, lo que vemos y nos ven, lo que hacemos y nos hacen pareciera encierra ya la mayor cantidad de las acciones diarias, al costo de distraernos con lo cosmético de lo esencial, de lo visible pero irrelevante, de lo denso y poderoso, pero invisible a los ojos de quienes viven dormidos a la vida o van de sonámbulos por ella.

Un mundo basado en la imagen, publicidad, promoción y presencia en las redes. Unas fotos y mensajes aspiracionales, que regalan lo que soñamos y queremos ser y lograr, en proporción abrumadora sobre la esencia del ser y la vida. Una suerte de competencia por posicionarnos en la mente de otros en función de como queremos ser vistos, sin prestar tal vez la suficiente atención a lo que realmente somos, ni al costo para nosotros de sostener lo que no somos.

Una suerte de competencia estéril donde el triunfo más preciado parece estar en no participar en la misma.

Hay un camino distinto, enriquecido, lleno de luz, basado en la bondad y la entrega. Para ello debemos desprendernos de los dogmas heredados, religiosos y científicos, que como el tiempo ha probado, son válidos en las limitaciones del contexto desde el cual se exploran.

Un proceso que significa alejarnos de la toxicidad exterior con sus presiones y distracciones, para comenzar el recorrido de valor hacia lo interno. Ese «Camino de Santiago» que debemos hacer nosotros con nuestro «ser» donde estemos, y que se puede lograr en instantes. Es conectarnos con lo que somos, no con lo que pensamos, decimos o hacemos.

Este otro camino es una aventura prodigiosa, demandante, retadora, significa abandonar la seguridad de quienes creemos que somos, para comenzar a preguntarnos quienes somos, de buscar lo que amamos y no lo que necesitamos, de comenzar a vivir en función de los designios de nuestro mundo interior y no ya de las presiones del mundo exterior.

Pareciera que vivimos esforzándonos en encontrar respuestas a preguntas que aún no han sido realizadas, un gasto energético inoportuno e insensato. En satisfacer nuestros deseos sin alimentar nuestro espíritu, de abrazarnos a los gritos de ego para cerrarnos a los llamados del alma.

Un nuevo camino, el que sea, el suyo, el mío, paralelos como son, se inician por voluntad propia, se inspiran por el corazón y se energizan por la conexión con la existencia, que incluye y trasciende a los seres vivos.

Es tan profundo el cambio que, cuando se inicia,  nos invita a ir comprendiendo que tanto el perdón como la compasión, siguen siendo muestras de nuestra inconsciencia, el reflejo envuelto como regalo tal vez, de una pequeña necesidad de sentirnos más o mejores.

Es un camino individual y único, que no tiene maestros sino aprendices en etapas distintas, que solo tiene discípulos permanentes y que iniciamos, realmente, cuando nos observamos desde la mente libre de todo condicionamiento.

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